Saturday, January 8, 2011

NOCIONES DE VARONES

Por Carlos Dellepiane

http://argentina.indymedia.org/news/2011/01/767789.php

Los varones. Los poseedores de varas.

Cuanto más voluminosa la vara, más y mayor varón se es.

Un idioma tan androcéntrico, tan varonil como el nuestro dispone de dos términos distintos_ y armoniosos en su sonido_ para referirse a los sujetos adscritos al género masculino: el varón (asociado a la nobleza y a la virtud) y EL HOMBRE , nada menos que el mismo término que designa a la humanidad en su conjunto.

Hermosa palabra "hombre". ¿Será casual su afinidad fonética con "hombro"? En todos los imaginarios, los hombres que se precian de tales aparecen siempre con destacados hombros. De manera que cargamos con la doble responsabilidad ancestral de mantener erguidas las varas y de mostrar aplomo y seguridad, caminando con los hombros, empujando.

Dueños de las varas. O sea de las herramientas. O sea, de las armas.

Un varoncito debe jugar con pequeñas armas, falos de utilería con los que identificarse y que debe introyectar como núcleo duro de su ser un hombre de verdad.

Pero las varas son más que útiles herramientas (armas para producir)

Son más también que fascinantes armas (herramientas para matar)

Las varas son también instrumentos de medición. Demarcación. Territorialidad. Posesión.

Quien posee las varas (es decir, la clase masculina dominante) está en posición de poseer cuanto se proponga en la medida en que se lo permita su hombría y la hombría colectiva de los conglomerados masculinos, institucionalizados como ejércitos y como aparatos político-militares.

El sistema de medición, fragmentación y apropiación desigual de los bienes necesarios para la vida que los varones han impuesto desde la instauración del patriarcado, no se restringe al ámbito de las formas y relaciones de producción de objetos "externos" a las personas, sino que por el contrario, se asienta sobre y se perpetúa gracias a otro sistema de jerarquización, normalización_ y desde luego, producción_ de los cuerpos concretos en sí mismos: la heteronorma, clave del funcionamiento del patriarcado.

Para mantenerse en el poder y acrecentarlo, la clase masculina requiere de la apropiación de las capacidades reproductivas de los sujetos dotados para llevar dentro de su cuerpo futuros hombres.

El patriarca, el jefe de familia, la patria potestad.

La sumisión reproductiva edulcorada con idealizaciones acerca de la Madre abnegada (y por tanto cargada de un masoquismo semioculto) se refuerza mediante la obligación del coito heterosexual, entendiendo este como la entrada triunfal de la espada mágica en su templo o en un sitio a conquistar y poseer, sea este una vagina, una boca o un ano.

La heterosexualidad en el sistema patriarcal es una institución "invisible" que se desarrolla en múltiples ámbitos donde se nos entrena donde nacemos. Todos ingresamos a ella, sea cual fuere nuestra preferencia erótica en determinado momento de nuestra vida. Está tan naturalizada, tan hecha carne que puede costarnos percibir las múltiples formas en que la cultura androcéntrica nos induce a sus prácticas y nos sujeta a sus reglas. Estas reglas colocan siempre al varón en una posición superior, dominante, activa, como lo muestra la iconografía sexual de la cultura de masas.

La heteronorma entrena a los cuerpos sin falo para que sean dóciles, delicados, influenciables, inseguros y sumisos.

Para que incluso disfruten emocional y sexualmente de la propia subordinación, al calor de un amo que protege y castiga.

La "sexualidad femenina" no es otra cosa que la efectiva colonización de los cuerpos sin falo por los cuerpos de los varones, y su introyección es el nexo más hermético entre la dominación masculina y la sumisión femenina.

La mujer debe gozar de ser tomada con fuerza, empujada, levantada como un bebé, arrojada sobre la cama, tomada por sorpresa, apabullada con requerimientos de "entrega", seducida, conquistada, "hechizada" y puesta bajo protección y control mediante la galantería masculina y toda su parafernalia sadomasoquista.

Debe disfrutar de un cuerpo más fuerte, más activo, más pesado, más agresivo y que la toma como una presa, poniéndola bajo su dominio de manera notoria mientras dura la cópula. Resulta muy sexy que la mujer grite, gima y muestre otros signos de dolor, un dolor aceptado por veneración al falo y a la gratificación que este le ofrece.

De manera que la heterosexualidad es una escuela obligatoria y permanente para todo el mundo, pero en especiaL para las mujeres, quienes deben estar disponibles para aplacar los ardores de las varas y poblar el planeta.

El varón es más varón mientras más domine y someta, y sobran ejemplos históricos de que para ser un "gran hombre" no es condición sine qua non ser heterosexual en el sentido de acostarse exclusivamente con mujeres. Es más, han existido patriarcados donde los varones encontraban más placentero, romántico y filosófico revolcarse entre ellos que hacerlo con las mujeres, meros agujeros para traer más efebos, más soldados y más filósofos al mundo.

Aunque sin duda existía, el lesbianismo estaba proscrito, no por leyes escritas sino por la cotidianeidad misma: la belleza erótica consistía en un señor fornido con barba, de unos cuarenta años, penetrando a un jovencito lampiño.

Aún hoy, en muchos casos, y sin negar las terribles persecuciones y crímenes de que han sido y son objeto, al colectivo de varones homosexuales le resulta más cómodo y beneficioso el sistema patriarcal que lo que le resulta a las mujeres.

Es cierto que persiste en grandes sectores de la masculinidad una homofobia cruda, salvaje, que se basa en el desprecio indisimulado hacia quienes teniendo pene no lo emplean para someter mujeres. Al mismo tiempo, amplios sectores "neomasculinos" se muestran más progresistas al respecto y tienden a discriminar cada vez menos a los gays, aunque en gran medida esto solo signifique tolerarlos más, no aceptarlos como parte de un "nosotros" genérico, y mucho menos plantearse la posibilidad de una relación homosexual. El homoerotismo de los varones heterosexuales tiene numerosas vías de escape que permiten la "friccion de las espadas" sin caer fuera de la heteronorma.

En un sistema heterosexual, la homosexualidad es ambigua ya que la heteronorma masculina es la medida de lo sexual, más aún, constituye a la sexualidad como tal. Hay sexualidad donde hay pene y penetración, actividad y pasividad.

En cierta manera, los homosexuales son varones porque tienen pito y bolas, e incluso pueden compartir intereses, privilegios, gustos y complicidades masculinas. Por otra parte, en lo que hace a ser o no un "macho", un "hombre de verdad", no son varones ya que no cumplen con la cláusula principal de la heteronorma en cuanto al comportamiento varonil: "SOMETE A LAS MUJERES". La ambigüedad se complica más aún teniendo en cuenta la gran variedad de "homosexualidades": desde los clásicos roles de chongo y marica a las bisexualidades, los roles simétricos, la exaltación de fetiches masculinos, la androginia, lo queer, etc. Pero lo cierto es que gran parte de la comunidad gay sigue aceptando como perfectamente naturales los estereotipos de género y sus roles, dentro y fuera de su comunidad.

El desinterés mayoritario por la problemática de las mujeres, la obsesión por un erotismo centrado en el machismo y la agresividad, junto a la parodia burlesca de ciertos shows de transformismo que más que poner en jaque al género denigran a la mujer; la invisibilización machista que durante tanto tiempo muchos gays han ejercido sobre las lesbianas, a tal punto que cualquier estudiante avanzado de una carrera "humanística" podrá nombrar al menos diez autores gays pero difícilmente registre una autora lesbiana. Vemos entonces como la dominación heterosexual masculina no se limita al reducto "privado" de las relaciones sexuales, creando el sexo y la sexualidad como diferencias tajantes, insalvables y jerarquizadas y definiendo no solo los límites entre sexualidad normal y anormal, sino ante todo lo que es sexual y lo que no lo es, sino que se extiende a toda la esfera de las realizaciones humanas, incluso las disciplinas y ciencias que nos ponen bajo sus lupas para estudiarnos y disciplinarnos.

¿Dónde quedan parados entonces los varones que se interrogan críticamente sobre el género y cuestionan los roles?

Es una cuestión demasiado compleja que esperamos se vaya develando a medida que estos varones constituyan un movimiento social y al mismo tiempo examinen sus prácticas para transformarlas.

¿Donde quedo parado yo, en este momento? Aunque me gustan mucho los varones y también, pero menos, las mujeres, escribo estas reflexiones no como varón, ni como gay, ni como bisexual, ya que no me siento a gusto en ninguna de esas identidades. No soy varón, ni gay ni bisexual. Aunque tengo "todo lo necesario" para ser varon, no tengo real cabida en ese colectivo ya que no me interesa competir con otros varones para obtener mujeres y someterlas a mi dominio.

Es decir que no adhiero al eje central de toda masculinidad, luego rechazo el sistema sexogenerico, luego tampoco soy gay ni bisexual, sino transgenero. Al margen de mi eventual apariencia, que puede responder a mi estado de animo y no de manera consciente a prescripciones de genero. Uso barba porque me gusta tenerla y porque me da fiaca afeitarme, no porque quiera parecer mas hombre. Hago ejercicio porque afloja tensiones, es sano, me veo mejor y hasta me erotiza, pero no busco con ello acrecentar mi masculinidad.

Busco anularla. "Huyendo" del genero pero, al mismo tiempo, "quedandome", en el sentido de que socioculturalmente sigo siendo leido como varon, al menos en cuanto a mi apariencia, y lo que es mas importante, al haber sido asignado al nacer al genero varon y entrenado en todas sus practicas, acumulo, como todos los demas, un sinfin de experiencias de aprendizaje y tambien de resistencia a los modelos y mandatos patriarcales, y creo que compartir estas experiencias con otros es necesario, para construir otras maneras de ser en estos cuerpos, de relacionarnos con los demas y de generar vinculos basados en la persona y no en su genitalidad. Todo esto es imprescindible para lograr comunidades humanas igualitarias en la diversidad, para desarrollar una erotica basada en el cuidado mutuo y la reciprocidad y para generar paternidades sanas, que ayuden a crecer y a seguir transformando.

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